Es preocupante la información dada a conocer a la opinión pública por el DAS. Las pesquisas realizadas por el Departamento Administrativo de Seguridad han comprobado la infiltración que viene llevando a cabo el grupo terrorista de las FARC desde el año 2000 en las universidades públicas. Inclusive, los mismos informes precisan también, que hasta en los colegios públicos los estudiantes de los últimos grados están siendo adoctrinados por las milicias urbanas de la organización terrorista.
Para los que pertenecen a la misma ideología que pregonan estas estructuras criminales dirán que eso no es nuevo y no amerita tanto “alboroto”. Aún más, podrán decir que todo corresponde a una cortina de humo para tapar esto o aquello que hace el gobierno; en fin los mismos disparates con los que se defienden cuando se dan a conocer a la opinión pública sus actuaciones delictuosas.
Las acciones que viene acometiendo el grupo terrorista, para reclutar estudiantes en su mayoría menores de edad, es un acto desesperado de las FARC por tratar de darle tinte político a su organización. Ahora, es de conocimiento público que las actuaciones de esa organización no tienen nada de político, por el contrario, sus actuaciones no son más que las de un grupo narcotraficante. Por eso, es repudiable que pretendan “lavarle el cerebro” a estos estudiantes con falsas promesas.
Por cuenta de la política de seguridad democrática, implementada por el gobierno nacional, el grupo terrorista ha tenido un retroceso en todo el país. Hoy, los frentes que aún le quedan a esta organización no son ni sombra a lo que fueron en la época de la zona de despeje en El Caguán. Además, la retirada que ha tenido que hacer de los cascos urbanos, debido al acoso de la tropa gubernamental, los ha obligado a internarse en lo más profundo de la selva. Lo anterior, explica porque ya no tienen el poder de coaccionar a las familias campesinas para reclutar a sus miembros, especialmente los menores de edad. En el pasado, antes de los golpes propinados por las fuerzas armadas colombianas, ellos tenían el control territorial de vastas zonas del país, principalmente las rurales, lo que les permitía reclutar a la fuerza a miles de campesinos. Hoy, la seguridad democrática les ha brindado seguridad a estas antes zonas de influencia guerrillera, por lo que las poblaciones se sienten resguardadas del influjo de estas estructuras criminales del pasado y, por lo tanto, no entran a engrosar sus filas.
De acuerdo con el párrafo anterior, las FARC han tenido que volver a su estrategia de embaucar a estudiantes mediante falsas ideologías que, entre otras cosas, han sido revaluadas por la historia por desastrosas y malignas.
Debido, a que la seguridad democrática fue diseñada para atender las zonas rurales del país, las cuales fueron apabulladas en el pasado por estos grupos, los centros urbanos de las capitales se están convirtiendo en las guaridas de los miembros de estas organizaciones. Aunque las conformaciones de las milicias urbanas datan del pasado, ahora más que nunca, el grupo terrorista le apuesta sus últimos restos a buscar un respiro ocultándose tras falsas posturas ideológicas y políticas.
También, preocupa la pasividad de los órganos jurisdiccionales colombianos para abrir investigación a todos aquellos colombianos que no esconden su odio en contra del pueblo colombiano. El rencor que esconden, motivado por sus propias debilidades, lo quieren descargar atacando a la sociedad. Es funesto para las nuevas generaciones que se inicie el ciclo del pasado, cuando muchos estudiantes se dejaron embaucar por falsas ideologías y se adentraron en el oscuro mundo del terrorismo. Generaciones perdidas de colombianos que dilapidaron los anhelos de sus familias y las oportunidades que les brindó el sistema educativo para engrosar las filas de movimientos que sólo han demostrado buscar el enriquecimiento de sus líderes. Mientras que esta camada de jóvenes se envejece en la manigua luchando por falsos ideales sus jefes se llenan las alforjas con dineros provenientes de las drogas y de la destrucción del pueblo colombiano.
Estos estudiantes son engañados para convertirlos en carne de cañón. Sin lugar a dudas, los lanzarán a la muerte sin ningún tipo de consideración, sólo con el propósito de hacerle creer al mundo que su lucha es política y justiciera.
El pueblo colombiano y las autoridades pertinentes, no pueden bajo ningún pretexto permitir que de nuevo se conviertan los claustros universitarios en incubadoras de terroristas. La presencia de estas milicias debe ser combatida por el Estado de todas las formas posibles. No se puede aceptar que, después de tanto dolor que ha sufrido este país, se pretenda volver a instigar a la sociedad colombiana de bien.
Así que, se hace necesario que las autoridades judiciales del país inicien las investigaciones de rigor y procedan a la administración de justicia conforme a las leyes. No puede, la justicia colombiana seguir actuando de un sólo lado. El colombiano del común les exige a las autoridades judiciales del país que se libren las medidas de aseguramiento a todos aquellos que han profanado de nuevo la alma máter.
Por último, tenemos que recordar que los estudiantes universitarios de las universidades públicas son privilegiados. Basta con comparar los costos educativos entre estas facultades y las privadas. De ahí, que no se puede destruir lo que todos los colombianos de alguna manera contribuyen a mantener. No se pueden desviar los objetivos de la universidad pública y, mucho menos, que se convierta en fortín de algunos personajes con frustraciones personales o en el peor de los casos con complejos de personalidad.
Por: Raúl Lombana Hernández