martes, 12 de febrero de 2008

¿Qué dice realmente el artículo 12 de la Convención de los Derechos del Niño?

1. Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño.

2. Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado, en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con las normas de procedimiento de la ley nacional.

Es importante comprender claramente lo que el Artículo 12 dice y lo que no dice. No dice "dales derecho de autonomía a los niños" . No dice "dales el derecho a los niños de controlar por encima de todas las decisiones, independiente de sus implicaciones para ellos u otros". No da a los niños el derecho a establecer una tiranía por encima de los derechos de sus padres. Sin embargo, introduce un desafío radical y profundo frente a las actitudes tradicionales que asumen que los niños deben ser vistos pero no escuchados.

Las consecuencias de la deserción En ambos bandos los niños que intentan escapar o regresar con sus familias corren el riesgo de ser ejecutados. En los "consejos de guerra" de la guerrilla se vota a mano alzada si deben morir los combatientes que incurren en faltas. En ciertos casos, tanto las víctimas como los verdugos son niñas. "Tenía que hacerlo porque era una orden", dijo Elizabeth, una joven combatiente de las Farc. "Hubo un consejo de guerra y yo voté que no. El comandante me dijo: 'como usted dijo que no, ahora lo tiene que matar'". El caso de Adriana, registrado en el informe, revela la desesperación de los niños que desean escapar de esto cotidiano de violencia. Ella relata: "un día me escapé durante el día. Había dejado todas mis armas atrás. Estaba haciendo centinela y huí. Me cogieron después de una hora. Los milicianos me reconocieron, incluso con la ropa de civil que me había puesto. Lloré cuando me cogieron. Les rogué que me dejaran ir. Me amarraron con una cadena de metal. No podía mover mis brazos. No me dejaron hablar en el consejo de guerra. Afortunadamente votaron por no matarme. En cambio me hicieron cavar veinte metros de trinchera, me mandaron veinte veces por la leña, y me amarraron a un palo por dos semanas. Me tocó hablar al frente de todos explicándoles por qué había tratado de desertar, por qué había hecho ese error". Adriana, que ha demostrado extremo recelo de contar esta historia, tuvo suerte. El consejo de guerra de la guerrilla decidió no ordenar su ejecución. Los paramilitares que la capturaron después en combate la dejaron con vida y la entregaron al ejército colombiano. Adriana obtuvo una plaza en un programa oficial de rehabilitación. "El Gobierno de Colombia debe dar la máxima prioridad a la desmovilización de los niños de las fuerzas guerrilleras y paramilitares, y el cese de su reclutamiento, en cualquier negociación futura con estos grupos"

Los niños: "Juguetes de guerra"


Aprovechar la inocencia de los niños es un mecanismo de los grupos narcoterroristas que operan en Colombia, para reclutar menores de edad, que por lo general habitan en las zonas más apartadas del país. Estos niños son víctimas de falsas promesas hechas por estos delincuentes, a quienes no les importa destruir los sueños e ilusiones que se viven a esta edad.

Es un acto de crueldad, involucrar a un niño en una guerra que ni siquiera estos narcoterroristas logran entender, pues cómo explicar una ideología que promete brindar un mejor país y un porvenir estable, cuando en realidad esta acabando con el futuro de Colombia, "los niños".

Este testimonio es de un menor perteneciente a un frente de las Farc que asaltó el municipio de Puerto Rico, Meta, ocurrido a mediados de julio de 1999. El menor resultó herido en el mismo hecho.

"Ellos me dijeron, hace seis meses, que les ayudara a conseguir yuca y plátanos; a mi me tocó ir a conseguir eso hace como diez días mas o menos, me dijeron que me alistará que nos veníamos. Me dijeron: chino, alístese que nos vamos. Entonces yo les dije: ¿qué nos vamos para dónde? Me dijeron alístese y de ahí me pasaron un equipo y dentro del equipo venía un enlatado, un uniforme, otras cosas como unas botas de caucho nuevas y ahí fue donde me trajeron para Puerto Rico.

Yo no recibí entrenamiento, ni sabía para dónde venía ni mucho menos que iba a hacer.

Cuando ya veníamos, me dieron un revólver y una pistola. El revólver ya lo sabía manejar, la pistola ellos me dijeron cómo manejarla. Actualmente tengo trece años; a la edad de 4 años me llevaron para los lados del Guaviare.

La guerrilla me llevó a Puerto Rico para atacar el pueblo. a unos muchachos les ordenaron hacer huecos para trincheras. Y de ahí mandaron un grupo para abajo. A nosotros nos dejaron en una loma. El grupo que estaba abajo fue el que empezó a pelear. Entonces nosotros nos metimos dentro de un hueco. Después de estar combatiendo nos tocó salirnos y correr por un alambrado. porque llegó el ejército,. Y el comandante nos ordenó volver otra vez a las trincheras. Ahí estuvimos un rato. y en ese momento sentí una explosión. No se qué me cayó, si un bombazo o una granada de mano. Ahí fue cuando me dejó la vida (perdí el sentido); de ahí yo no supe nada.

Era la primera vez que me traían a un combate. Nos dijeron que veníamos a pelear: Nos daban moral y nos decían que no echáramos balas a la loca. Cuando viéramos al enemigo había que dispararle.

Para este combate venían como treinta niños conmigo, entre quince, catorce y dieciseis. Como ellos permanecían en el pueblo entonces a mi tocó ayudarlos. yo tenía muchos nervios en el combate. Después de que estaba herido ninguno de mis compañeros me ayudó. pasé toda la noche y al otro día por la mañana me levanté, miré para todos lados y no había nadie.

Entonces yo anduve un rato por la carretera y llegué a una casa y había un muchacho. Le pregunté que si tenía un chiro limpio para que me limpiara la herida después que el muchacho me curó salió una señora. me regalo un poquito de chocolate y un pan. Me indicaron el camino para el pueblo.

Cuando llegué al pueblo busqué a unos amigos, pero no los encontré. El único que me ayudó fue el Ejército; ellos me recogieron y me trajeron para el Hospital de Granada.

En este momento yo no volvería a la guerrilla. A uno le queda la experiencia. Yo a ellos los ayudé y después de estar herido ellos me dejaron, ninguno me ayudó."

El 86,9 por ciento de los niños en las filas de grupos armados está por su propia voluntad



Así lo reveló un estudio sobre reclutamiento de menores en el país, encargado por la Organización Internacional de las Migraciones y que fue dirigido por Natalia Springer:

Durante la elaboración del estudio 'Prisioneros combatientes. Del uso de niños, niñas y adolescentes para los propósitos del conflicto armado' se entrevistaron 473 niños y adolescentes desvinculados del conflicto, hoy bajo protección del ICBF.

También hizo entrevistas directas con los máximos jefes de las autodefensas en la cárcel de Itagüí, altos jefes del Eln y mandos medios de las Farc.

Springer concluyó que entre el 15 y el 20 por ciento de las filas de las Auc, las Farc y el Eln estaban integradas con menores antes de la desmovilización 'para'.

Serían de 8.000 a 11.000 los niños combatientes de algún grupo armado antes de la desmovilización de las Auc, si se tiene en cuenta que eran unos 35 mil paramilitares, unos 17 mil guerrilleros de las Farc y otros 3 mil del Eln.

De los menores entrevistados el 52,1 por ciento perteneció a las Farc; el 29,1 por ciento a las Auc y el 16,8 por ciento al Eln.

El alto porcentaje de niños que ingresaron voluntariamente revela condiciones de violencia intrafamiliar y necesidades económicas, señala Springer.

Hay conclusiones dramáticas: el 63,3 por ciento dijo haber iniciado sus relaciones sexuales entre los 11 y los 14 años y el 8,9 por ciento tuvo su primer contacto entre los 4 y los 10 años. En muchos casos se trató de violaciones, aclaró Springer.

El 82,4 por ciento dijo además que no había diferencia entre las actividades que debían realizar en comparación con las de los adultos.

Usados para poner minas

Entre sus labores estaban:

  • Inteligencia o vigilancia (el 92,5 por ciento)
  • Combatir (80,9 por ciento)
  • Extorsionar (10,1 por ciento)
  • Secuestrar (6,8 por ciento)

De la clase de trabajo que los menores hacían antes de ingresar al grupo armado formalmente, estaba el de instalación de minas y explosivos.

El 52,2 por ciento de los consultados lo hizo. El vicepresidente Francisco Santos, presente durante la entrega del informe, señaló que las zonas de reclutamiento de menores, de campos minados y de cultivos ilícitos "casi que coinciden".

De hecho, de los 473 menores entrevistados para el estudio, el 52,7 por ciento dijo haber trabajado para un grupo con influencia en una zona de cultivos ilícitos.


Niñas y Niños en la Guerra


La participación de las mujeres colombianas en lo que se denominó La Violencia en los años 50 fue casi inexistente, situación que cambió con los movimientos de liberación en los años 60, pero que también fue gradual.

¿Por qué se vinculan entonces las mujeres a los grupos armados guerrilla y paramilitares?

La respuesta es compleja y debe contextualizarse; unos fueron los móviles de ayer y otras las razones que conducen a tal decisión de un considerable e indeterminado número de mujeres. Las cifras cambian, pero estamos hablando de miles.

Según estudios realizados por la Universidad Nacional de Colombia y de acuerdo con las respuestas dadas por niñas y niños desvinculados de los grupos armados, han llegado a ellos por dinero o por necesidad económica, lo que quiere decir que los ideales, por lo menos de los grupos de la izquierda, quedaron atrás: en la actualidad existe un mercado de trabajo entorno a la guerra.

Durante las décadas anteriores, muchas mujeres se vincularon a los movimientos de liberación porque encontraron una posibilidad de compromiso político, de hallar un lugar que las tuviera en cuenta y elevara su autoestima; no obstante escasas llegaron a cargo de dirección.

Valdría la pena realizar un estudio sobre el proceso de las mujeres a su paso por los grupos armados, y preguntarse por qué la guerra, que tradicionalmente han hecho los hombres, finalmente enganchó también al sexo femenino.

La construcción del género está en permanente proceso; desde luego, los cambios económicos, políticos y sociales inciden en los enfoques e interiorizaciones. Colombia, con más de medio siglo en permanente conflicto armado, ha llegado a un momento de desgaste y deterioro que se refleja en la oferta y demanda de empleo que nada tiene que ver con la lucha por un cambio social o por un cambio de roles de género.

La vinculación de niñas a los grupos armados habla del estado en que se encuentra el conflicto que parece no tener fin. Niñas menores de 18 años, hasta de diez, huyen de la violencia intrafamiliar, de los abusos sexuales, de la crisis económica y hasta de su propia crisis de identidad como adolescentes, y buscan protección y refugio.

Se trata de menores con un bajo nivel educativo que en la mayoría de los casos no han terminado la primaria, han probado algún tipo de droga y han estado en algún combate.

¿Combate para qué? Ellas no reciben formación y desconocen sus derechos; lo mismo les da estar en la guerrilla, que en un grupo paramilitar. Estamos hablando de estudios de niñas y niños que, ya desvinculados, se encuentran bajo tutela del Estado y no se les considera delincuentes, sino víctimas

Las niñas, niños y jóvenes que son capturados, que se entregan voluntariamente o son entregados por el mismo grupo, entran a un programa especial.

Da particular horror leer sus testimonios, en los que declaran sus dolores, sus acciones en los grupos; las niñas, en algunos casos, pasan a ser las “compañeras de sus jefes”, y en otros casos ellas ven las ventajas que da serlo y lo buscan con afán.

Para reconstruir a Colombia es mucho lo que hay que deconstruir y nada justifica que los grupos admitan e inclusive lleven forzados a las y los menores de edad. No sólo desplazan a las familias de campo en su lucha por territorio, sino que engrosan sus filas con quienes deberían estar en una escuela.