1. Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño. 2. Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado, en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con las normas de procedimiento de la ley nacional.
Es importante comprender claramente lo que el Artículo 12 dice y lo que no dice. No dice "dales derecho de autonomía a los niños" . No dice "dales el derecho a los niños de controlar por encima de todas las decisiones, independiente de sus implicaciones para ellos u otros". No da a los niños el derecho a establecer una tiranía por encima de los derechos de sus padres. Sin embargo, introduce un desafío radical y profundo frente a las actitudes tradicionales que asumen que los niños deben ser vistos pero no escuchados.
Las consecuencias de la deserción En ambos bandos los niños que intentan escapar o regresar con sus familias corren el riesgo de ser ejecutados. En los "consejos de guerra" de la guerrilla se vota a mano alzada si deben morir los combatientes que incurren en faltas. En ciertos casos, tanto las víctimas como los verdugos son niñas. "Tenía que hacerlo porque era una orden", dijo Elizabeth, una joven combatiente de las Farc. "Hubo un consejo de guerra y yo voté que no. El comandante me dijo: 'como usted dijo que no, ahora lo tiene que matar'". El caso de Adriana, registrado en el informe, revela la desesperación de los niños que desean escapar de esto cotidiano de violencia. Ella relata: "un día me escapé durante el día. Había dejado todas mis armas atrás. Estaba haciendo centinela y huí. Me cogieron después de una hora. Los milicianos me reconocieron, incluso con la ropa de civil que me había puesto. Lloré cuando me cogieron. Les rogué que me dejaran ir. Me amarraron con una cadena de metal. No podía mover mis brazos. No me dejaron hablar en el consejo de guerra. Afortunadamente votaron por no matarme. En cambio me hicieron cavar veinte metros de trinchera, me mandaron veinte veces por la leña, y me amarraron a un palo por dos semanas. Me tocó hablar al frente de todos explicándoles por qué había tratado de desertar, por qué había hecho ese error". Adriana, que ha demostrado extremo recelo de contar esta historia, tuvo suerte. El consejo de guerra de la guerrilla decidió no ordenar su ejecución. Los paramilitares que la capturaron después en combate la dejaron con vida y la entregaron al ejército colombiano. Adriana obtuvo una plaza en un programa oficial de rehabilitación. "El Gobierno de Colombia debe dar la máxima prioridad a la desmovilización de los niños de las fuerzas guerrilleras y paramilitares, y el cese de su reclutamiento, en cualquier negociación futura con estos grupos"
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