"A mi hermana la estaban entrenando. Ella cambió mucho en pocos meses porque la estaban entrenando. La guerrilla la tuvo yendo por allá. A veces como decían que se anotaran a la guerrilla y había mucha reunión, entonces dijeron que cuando se metieran les mandaban un carro."
Por ello el reclutamiento de niños y niñas para engrosar las filas de la guerrilla produce mucha zozobra en los padres de familia que no se resignan a ver partir a sus hijos sin probabilidad alguna de retorno:
"Había mucha guerrilla y se llevaban a los niños de 14, entonces mi mamá nos trajo para acá a estudiar. Van a la casa a preguntar por el niño y se lo llevan. Le mandan papelito y le dicen que tiene que irse. Ahí viene el nombre. Ellos tienen un cuaderno y anotan los nombres de todos. Mandan papelito y dicen que el hijo se tiene que ir para la guerrilla. Después no los dejan venir a la casa ni a visitar."
No es fácil sustraerse a la acción proselitista de la guerrilla que presiona de muchas maneras a la población civil para que acepte sus requerimientos:
"Allá en Mesetas la guerrilla jodía mucho. A veces el Ejército se metía por allá. Había muchas balaceras. La guerrilla lo entrenaba a uno, lo obligaba a cosas a uno. La mayoría de la gente tenía que hacerse anotar por allá, para que todos fueran de la guerrilla."
La población civil se veía obligada a reunirse con la guerrilla para escuchar sus programas políticos y las estrategias de acción militar, causando en ocasiones pánico la presencia sorpresiva del ejército:
"La guerrilla hacía reuniones para que se unieran a ellos, que ellos salvaban el pueblo. Entonces un poco de señores se fueron a una reunión con ellos y ahí mismo fue entrando el ejercito. Como ocho helicópteros dando bala: trurrr, trurrr, trurrr y entonces ahí mismo se tuvieron que entrar para la iglesia. Los guerrilleros se tuvieron que escapar porque no tenían municiones. Se tuvieron que volar de una".
En algunas poblaciones los niños que se familiarizaban con la presencia física de los grupos comprometidos en la guerra, terminaban por simpatizar con unos y rechazar a los otros:
"La guerrilla no me quería a mí. Me querían eran los otros, los paramilitares. Me querían porque yo era muy bueno, muy maldadoso y gracioso. Los paramilitares un día mataron a todos los guerrilleros. Los guerrilleros jamás en la vida volvieron. Entonces se acabó la guerra."
Los grados de simpatía de un niño por uno de los grupos armados en conflicto se daban por hechos inmediatos de convivencia diaria, sin percibir sus implicaciones:
"Los paramilitares si eran buenos. Me pedían una papa, yo estaba solito y yo les daba. Y ellos me ayudaban a hacer las tareas muy difíciles. Ellos vivían en unas camas en el monte y si necesitaban algo de comer yo les daba. Ellos me llamaban silbando. Yo los escuchaba. Ellos me decían quiero algo y yo les llevaba alguna cosa. A veces les llevaba bananos con manzanas, o a veces les llevaba manzanas, arroz y papas".
Más que por convicción, los niños y las niñas terminan militando en la guerrilla por imposición proselitista, sin opción distinta a comenzar una vida signada por la guerra entre compatriotas.
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